Carta a un Amigo

Como orgulloso guardián del ser humano, el monte Aconcagua fue testigo del nacimiento de la más grande y buena de las doctrinas. Un hombre se paró solo frente a cientos y les habló con la humildad de los maestros y la grandeza de los Dioses, teniendo por testigos al Sol y la montaña habló, sin rodeos, sin prejuicios, sin ocultismo ni imposiciones…


Año Nuevo, Punta de Vacas, Argentina

…dio su mensaje de amor y de esperanza a un mundo desgarrado por el odio y la violencia y a un ser humano perdido en el temor y el sufrimiento.

Y el viento de los Andes recogió su palabra y la esparció por el mundo y esa semilla echo raíces en el interior de la gente sencilla y buena de todas las latitudes del planeta.

Entonces fue que el corazón del hombre despertó y en un desgarrador clamor de milenios, conmovió la fuerza que esperaba dormida en su interior el llamado de la más profunda y verdadera rebelión.

Hoy vive en nosotros tu enseñanza que ya no se detendrá jamás, mientras tú emprendes el camino hacia el radiante cetro, que con el amor de un padre protector, acercaste hasta nosotros traduciéndolo para el oído torpe y el ojo que no ve.

Ya nunca más compartiremos la risa ni habrá esperanzas de que crucemos la mirada, pero cada vez que el sentido se abra paso en mi interior y despeje las tinieblas o sobrevuele el abismo en un salto hacia la luz, cada vez que en la mirada de nuestros amigos encuentre la chispa que encendiste en tu paso por este espacio, cada vez que me pregunte “…por el amor, por la poesía y por todo aquello que hace a la grandeza de la existencia humana…”, estarás conmigo y se que me guiaras para encontrarnos pronto en el innombrable espacio de la inmortalidad.

Hasta pronto amigo, que llegue hoy hasta ti mi más profundo agradecimiento que nunca pude darte, por pudor, por innecesario.

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