Estoy en el centro de la ciudad, en el momento de mayor actividad comercial. Vehículos y gentes, se desplazan apresuradamente. También yo me muevo con urgencia.
De pronto, todo queda paralizado. Unicamente yo, tengo movimiento. Entonces, examino a las personas. Me quedo observando a una mujer y luego a un hombre. Doy vueltas alrededor de ellos. Los estudio desde muy cerca.
Luego, subo al techo de un auto y desde allí miro alrededor, comprobando además, que todo está en silencio.
Reflexiono un instante y compruebo que las personas, vehículos y todo tipo de objetos, están a mi disposición. Inmediatamente, me pongo a hacer todo lo que quiero. De tal manera y tan frenéticamente, que pasado un tiempo quedo agotado.
Estoy descansando mientras se me ocurren nuevas actividades. Es así que vuelvo a hacer lo que se me antoja sin prejuicio alguno.
Pero a quién veo allí! Nada menos que a ese ejemplar con el que tengo varias cuentas pendientes. En efecto, creo que es quien más me ha perjudicado en toda mi vida…
Como las cosas no pueden quedar así, toco de pronto a mi enemigo y veo que recobra alguno de sus movimientos. Me mira con horror y entiende la situación, pero está paralizado e indefenso. Por consiguiente, comienzo a decirle todo lo que quiero, prometiéndole mi revancha de inmediato.
Sé que siente todo, pero no puede responder, así es que comienzo por recordarle aquellas situaciones en las que me afectó tan negativamente.
Mientras estoy atareado con mi enemigo, aparecen caminando varias personas. Se detienen ante nosotros y empiezan a apremiar al sujeto. Este comienza a responder entre llantos, que está arrepentido de lo que ha hecho. Pide perdón y se arrodilla, mientras los recién llegados continúan interrogándolo.
Pasado un tiempo, proclaman que una persona tan infame no puede seguir viviendo, así es que lo condenan a muerte.
Están por lincharlo, mientras la víctima pide clemencia. Entonces, lo perdono. Todos acatan mi decisión. Luego el grupo se va muy conforme. Quedamos solos nuevamente. Aprovecho la situación para completar mi desquite, ante su desesperación creciente. De manera que termino por decir y hacer, todo lo que me parece adecuado.
El cielo se oscurece violentamente y empieza a llover con fuerza. Mientras busco refugio tras una vidriera, observo que la ciudad recobra su vida normal. Los peatones corren, los vehículos marchan con cuidado por entre cortinas de agua y ráfagas de viento huracanado. Fulgores eléctricos continuados y fuertes truenos enmarcan la escena, mientras sigo mirando a través de los cristales.
Me siento totalmente relajado, como vacío por dentro, mientras observo casi sin pensar.
En ese momento, aparece mi enemigo buscando protección de la tormenta. Se acerca y me dice: «qué suerte estar juntos en esta situación!»
Me observa tímidamente. Lo reconforto con una suave palmada, mientras se encoge de hombros.
Comienzo a revisar en mi interior, los problemas del otro.
Veo sus dificultades, los fracasos de su vida, sus enormes frustraciones, su debilidad.
Siento la soledad de ese ser humano que se cobija a mi lado húmedo y tembloroso. Lo veo sucio, en un abandono patético.
Entonces, en un rapto de solidaridad, le digo que voy a ayudarlo. El no dice palabra alguna. Baja la cabeza y mira sus manos. Advierto que sus ojos se nublan.
Ha cesado la lluvia. Salgo a la calle y aspiro profundamente el aire limpio. Inmediatamente me alejo del lugar.