Me hallaba en la rutina de la vida y en lo oportuno llego a mis manos un volante que invitaba a participar de un taller ATP: Agenda de Transformación Personal, al cual acudí sin apuro, procurándome otras relaciones me integre a un grupo heterogéneo por un espacio no mayor a tres días, luego me enteraría de que aquel volante producto de mi inclusión, solo fue distribuido por el orientador de entonces Edgar Sánchez, y por los azares llego a mis manos, pues el sitio era bastante distante de mi casa.
Los días posteriores transcurrieron en breve, después de algún tiempo me reencontré con mis adentros y pude intuir algo fascinante, mas sin embargo los amores inconclusos me condujeron a sobresaltos emocionales y emprendí un viaje nocturno y sin aviso, abandonando el hogar paterno, tome la ruta hacia Medellín, el carro en el que viajaba parecía desbaratarse con la velocidad que llevaba, los licores embriagantes motivan mi partida, la música me impedía concentración y en menos de tres horas de viaje al querer pasar una fila de vehículos me sorprendió un camión, el cual me encandelillo con sus luces altas, el ramillete de imágenes que me pasaron en segundos no me aquietaron e impulsivamente y quizás por el reflejo que ahora me permite contar el cuento, gire el timón hacia la izquierda y poco después del estruendo, abrí los parpados como si fuese por vez primera y estuve perplejo sin las puestas y guardabarros derechos, los pedazos de vidrios me cubrían por competo, bañado en licor recobre el sentido y experimente la sensación especial de poner fin a mi existencia, ese momento sirvió para replantearme la vida e inquietarme por su sentido…
Lo que viene después es simple anécdota, lo cierto es que conocí el movimiento humanista y luego me hice parte de el…
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