Se aproxima una nueva jornada electoral en Colombia con miras a determinar si Álvaro Uribe Vélez continuará en el poder otros cuatro años, o si por el contrario será derrotado y tendremos nuevo presidente. De otra parte estaremos frente a una nueva votación para escoger el futuro Congreso de la República que legislará durante el siguiente periodo presidencial y el cual será responsable de gran modo por la aprobación u omisión de leyes y decisiones que son fundamentales para el país.
El panorama no parece muy alentador si se tiene en cuenta que los dos partidos tradicionales, Liberal y Conservador, atraviesan hace años una profunda crisis de gobernabilidad debido a la incredulidad y desprestigio popular que han generado en la ciudadanía, producto a su vez de la pérdida de valores y de ideología, pues como vemos ha imperado el clientelismo y la politiquería, todo esto en medio de la más alta corrupción y las traiciones a flor de piel.
Es necesario señalar que la crisis de la clase dirigente política colombiana tiene que ver con un largo camino de falsas promesas y expectativas sembradas en las masas desde tiempos del Frente Nacional, cuando la oligarquía liberal-conservadora se repartió el poder, negando la posibilidad de que la izquierda propiciara un cambio para Colombia. Las cosas poco han cambiado y aún se observan las tendencias históricas del oportunismo para acercarse al pueblo solamente en tiempos de elecciones con el fin de ilusionar nuevamente a sus “víctimas”. Fenómenos como el trasteo de votos y la repartición de puestos a cambio de apoyar candidatos persisten en estos tiempos. Ni qué decir de la tradicional financiación de campañas políticas con dineros de la mafia, del narcotráfico y de los grandes industriales quienes luego cobran su influencia con creces.
La realidad es implacable y la falta de voluntad política de nuestros gobernantes para coger las riendas del país y dar pasos efectivos contra los males que nos aquejan es más que evidente. Hasta el momento no se han producido verdaderas soluciones a los graves problemas de las mayorías y éstos por estar preocupados en sus propios intereses han caído en actitudes mezquinas y torpes, incrementándose la descomposición social, que parte desde las altas esferas del poder, atraviesa las instituciones del Estado, las Fuerzas militares, y llega hasta la violencia intrafamiliar, en donde se ha reflejado la pérdida de valores de una nación y la dramática crisis moral que nos envuelve como una terrible enfermedad.
Resulta preocupante el efecto social de un Estado con las características políticas mencionadas, pues la magnitud de la problemática social requiere de urgentes medidas que inevitablemente implican la transformación de las estructuras del país. Es decir, una revolución política, económica, cultural y moral, que tenga como prioridad la educación y la inversión social ya que esta es la única forma de prevenir y contrarrestar la actual situación. Insistir en el camino de la guerra y la violencia como se pretende de parte del actual gobierno sólo agudizará la polarización de la sociedad y propiciará el desbordamiento de la guerra civil en Colombia.
Nuestra cotidianidad se debate entre dificultades y noticias lamentables, sin embargo parecemos estar acostumbrados a convivir con el dolor y la indiferencia frente al maltrato con la niñez, desplazamiento forzado de campesinos e indígenas a las grandes ciudades, desempleo y rebusque agobiante, aumento del gasto para la represión, y a convivir bajo el manto de la impunidad más asombrosa. De allí que no es sorprendente ver como a nuestra patria la apresa el miedo, el desespero, la delincuencia, la mendicidad.
Lo anterior debe conducirnos a comprender las razones que nos han llevado a tales condiciones de injusticia y decadencia. Es inaceptable aceptar que en un país como Colombia más del 60% de la población viva en condiciones de pobreza a pesar de tantas riquezas; que embajadores como Pastrana ganen 35 millones mensuales y otros no tengan para el desayuno o para el pasaje del bus. No es apenas lógico que existan resentimientos y resistencias a aceptar esta eterna exclusión?
Muchos sabemos que la miseria y el costo de vida siguen creciendo, y que mientras no se tenga la suficiente voluntad política para detener este genocidio y hacerle frente al modelo neoliberal capitalista de dominación que nos quiere imponer el imperio norteamericano, seguiremos viendo como se perpetúan el conflicto armado y las grandes desigualdades sociales. Continuará el enriquecimiento de las transnacionales, de la banca mundial, de los mercaderes de armas y de una pequeña burguesía a costillas de la explotación de nuestro pueblo, de la ruina del campo y del saqueo de nuestros recursos naturales, como se pretende ratificar con el TLC, así como con el Plan Colombia y Plan Patriota.
Pero mientras esto avanza, los políticos hacen campaña cogiendo a su acomodo el discurso que más convenga. Por estos motivos es apenas comprensible encontrar un gran cansancio y desprecio hacia todo lo que suene a política. Ante la incredulidad que generan los partidos tradicionales colombianos, muy astutamente algunos empiezan a fundar otros, aparentemente nuevos. Por algo Uribe Vélez saltó del Partido Liberal para ser “independiente”, arrastrando a su paso con otros oportunistas como Juan Manuel Santos, fundador del Partido de la “U”. Esta jugada política le sirvió a Uribe para recibir el abierto apoyo de algunos “liberales”, también del Partido Conservador, quien se identifica plenamente con su programa derechista, así como de otros que votaron por él creyendo ser el “salvador”, el pacificador.
Entre los más recientes casos de nuevos partidos figuran: Cambio Radical, liderado por Vargas Lleras, el Partido de la U, de Juan Manuel Santos; Colombia Democrática, de Mario Uribe, primo del presidente; Equipo Alas Colombia; Convergencia Ciudadana y el de Moreno De Caro. Este rosario de partidos uribistas representa los intereses más conservadores aunque se camuflen con lemas atractivos que pretenden confundir a la opinión pública gracias a los medios, su gran arma; pero en realidad sólo esperan repartir el botín una vez que el pueblo les regale su anhelado voto.
La política es como el ajedrez: una guerra a muerte. Cada movimiento y cada jugada pueden tener repercusiones definitivas. De allí la tensión que produce cometer algún error. La fragmentación e improvisación de estos nuevos partidos uribistas podría ser un arma de doble filo. Incluso se puede pensar que hasta el uribismo está en crisis, que es débil y que puede ser vulnerable. Los escándalos y riñas a la luz pública entre sus seguidores le han hecho daño al presidente Uribe, aunque los medios digan lo contrario. Han aflorado disputas como las ocurridas entre Benedetti, representante a la Cámara, y el senador Vargas Lleras,(ambos uribistas), asuntos que dejaron filtrar su voracidad detrás del poder y las intenciones clientelistas y politiqueras que los han llevado a sacarse los cueros al sol.
Pero por otro lado está un tema que es el más grave y que tiene que ver con la infiltración a las listas de varios partidos políticos de miembros acusados por paramilitarismo, de tener vínculos con el narcotráfico y de tener deudas con la justicia colombiana y con los Estados Unidos. Son varias las denuncias de políticos que han salido en la prensa a dar sus explicaciones. Entre varios casos podemos hablar de las representantes Rocío Arias y Eleonora Pineda, congresistas muy cercanas al presidente Uribe y a jefes paramilitares de Córdoba y la costa norte del país. Como se supo Rocío Arias fue expulsada del partido Colombia Democrática de Mario Uribe por presiones de los Estados Unidos.
Acerca de estas denuncias se han pronunciado ante los medios de comunicación los presidentes del Partido Liberal, César Gaviria y del Partido Conservador, Carlos Holguín Sardi, además de los jefes de los partidos uribistas señalando que depurarán sus listas de personas que tengan líos con la justicia y que ellos no necesitan apoyo de grupos armados. Esto es muy fácil decirlo pero cuando el mismo paramilitarismo ha reconocido tener infiltrado más del 30% del Congreso y cuando la presencia de estas fuerzas intimidan y hacen presencia en casi todo el territorio nacional, manifestando además su simpatía por el presidente Uribe, qué se podrá esperar en las elecciones? Evidentemente la democracia está contaminada y herida de gravedad!
Como si fuera poco y con la humillación encima, la señora Rocío Arias tuvo que ir a golpear puertas en 8 partidos políticos pidiendo ser recibida. Después de tantos rechazos decidió unirse al partido del senador Moreno De Caro, quien la recibió con mariachis en pleno centro de Bogotá. Con esto no queda duda del circo y el descaro en que se desenvuelve la política en Colombia. Parece un arte para saltamontes!
Son tantos los hechos censurables y absurdos que la mayoría de la población se debate en el escepticismo y la confusión para decidir por quién votar. Por ejemplo el lema “Cambio Radical” crea desconcierto ya que habla de un cambio radical, pero en síntesis piden la continuidad de Uribe, la reelección. No es esto una contradicción, un absurdo?
Además de la confusión reina la falta de memoria. Por ejemplo muchos renegaron de Pastrana, luego votaron por Uribe, posteriormente Pastrana difama contra Uribe y se declara opositor, y ahora Pastrana es el embajador de Colombia en los Estados Unidos. Bonita repartición entre unas cuantas familias. No es esto el cinismo de la burla a un pueblo?
Continuando con la complejidad del panorama electoral no podemos pasar por alto a las fuerzas de oposición, la izquierda colombiana, que a mi modo de ver atraviesa por grandes logros y al mismo tiempo presenta también debilidades. El Polo Democrático Alternativo (PDA) ha logrado cierta convergencia de las fuerzas democráticas y progresistas del país en la búsqueda de la unidad y el triunfo de un proyecto orientado a la justicia social y al establecimiento de un Estado Social de Derecho que garantice los postulados de la Carta Constitucional de 1991.
En este sentido el Polo Democrático Alternativo cuenta con victorias electorales en varias regiones del país, especialmente Bogotá, Valle y la Costa Atlántica en donde han ejercido el poder en los últimos años. Se resalta en sus filas la calidad intelectual y humana de muchos miembros a sus listas; pero sobretodo la importancia de su diversidad étnica, cultural e ideológica, lo cual los convierte en una fuerza mucho más participativa y democrática.
Navarro Wolf, ex combatiente del M-19, protagonista de la Constitución Democrática del 91, ex alcalde de Pasto con grandes reconocimientos a su gestión y senador de la república desde donde ha ejercido oposición al uribismo, resulta ser una persona importante dentro de las aspiraciones del Polo. Igualmente ocurre con Carlos Gaviria Díaz, gran crítico de este gobierno, ex magistrado de la Corte Constitucional desde donde ayudó a tumbar el Referendo (FMI-uribista), brillante intelectual que ha estado a favor de la legalización de las drogas para romper el negocio y la violencia del narcotráfico; ha proclamado por la despenalización del aborto y por la tolerancia a los derechos de homosexuales. Es otro gran humanista y representa una gran opción política y moral para una verdadera democracia y darle un rumbo distinto a Colombia.
Sin embargo es pertinente subrayar que en medio de esta gran proliferación de candidatos y de propaganda política no parece percibirse la misma cantidad de ilusiones reales que conduzcan a un cambio sustancial del rumbo del país. No obstante hasta la iglesia católica se ha pronunciado al respecto afirmando que hay mucha publicidad y poco conocimiento sobre ideas o programas políticos. El desconocimiento a fondo de las plataformas políticas es casi generalizado y esto demuestra la fragilidad de nuestra democracia y la pobreza electoral que nos embarga.
Con frecuencia escucha uno las conversaciones de inconformidad ante el actual gobierno pero la gente no encuentra un contrincante fuerte y carismático con gran fuerza popular que pueda derrotar al actual presidente Uribe, lo cual aleja aún más un posible cambio. Lamentablemente la maquinaria y el poder de los medios siguen siendo el arma fuerte del presidente. Las encuestas se tornan absolutamente manipuladoras. Psicológicamente se condiciona al ciudadano al opacar la oposición.
Por ahora seguiremos escuchando a los medios de comunicación y a las voces del gobierno afirmando que el desempleo y la pobreza han bajado, que la economía crece, que el TLC es una gran oportunidad, que Uribe está ganando la guerra contra el terrorismo, que la confianza está volviendo al país, que podemos viajar en caravana por Colombia, que aquí ya no se asesinan tantos campesinos, indígenas, sindicalistas, estudiantes, defensores de derechos humanos, periodistas, maestros, que las fumigaciones no hacen daño, que los Estados Unidos son nuestros grandes amigos, que El Plan Colombia y el Plan Patriota han sido exitosos, que Uribe debe continuar la labor, que él tiene el 80% de popularidad y que está devolviéndonos la paz!
Por último debo decir que lamentablemente en medio de semejantes falacias muchos se han creído el cuento pues una mentira mil veces termina siendo una verdad. El poder manipulador de los medios es devastador y la ignorancia y la falta de una formación política y ciudadana dificultan aún más el cambio del país. Sin embargo hay un descontento inmenso en múltiples sectores sociales que se ha pretendido invisibilizar. Las movilizaciones y protestas del movimiento indígena, campesinos, desplazados, trabajadores, estudiantes, desempleados, vendedores ambulantes, sector salud, educación, familiares de secuestrados, jóvenes, artistas, industria de la televisión, periodistas y movimientos populares de todo el país se han rebelado al actual régimen autoritario y su modelo económico, para pedir un nuevo gobierno donde la prioridad no sea fomentar más la guerra sino atacar sus causas, es decir atacar la exclusión social, la falta de educación, de salud, de vivienda, de empleo, de igualdad de oportunidades para una vida digna.
Para esto será necesaria la organización social y la unidad popular, la coordinación de las fuerzas progresistas del país y del exterior, y la firme resistencia de nuestro pueblo contra las cadenas de dominación de los Estados Unidos para asumir nuestro propio destino. Pero para lograrlo debemos también dar fin a los vicios de la actual cultura colombiana que tienen que ver con la corrupción, el individualismo, la falta de patriotismo y la indiferencia ante las problemáticas sociales, para no caer en la lógica del avestruz, de esconder la cabeza para no ver la realidad, y mucho menos, transformarla.
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