Unasur ¿una sola Suramérica?

Una declaración, que incentiva la cooperación continental en temas como la lucha contra el narcotráfico y abre la posibilidad de una verificación de la presencia militar extranjera en Suramérica, fue el producto de las casi siete horas de discusión de los doce mandatarios de todo el continente, convocada a raíz el tema del aumento de presencia militar de los Estados Unidos en Colombia en la ciudad de Bariloche, Argentina.

La reunión podría ser evaluada desde varias perspectivas: primero que todo como un paso en la integración del continente y de la acción conjunta de los gobiernos de la región, también como una puja o un nuevo round en la pequeña guerra fría entre los gobiernos de las izquierdas y las derechas continentales y finalmente como un espectáculo mediático que acapara la atención del público.

Hablar es avanzar

Es muy importante destacar que los mandatarios de los doce países se pudieran reunir, que se discutieran que hicieran reclamos mutuos y que por encima de esas diferencias se lograra hacer un documento que contenga algunos elementos que pueden distensionar la situación regional. Alan García de Perú afirmó que desde que, existe la Unasur hay más enfrentamientos, lo cual fue refutado por varios de sus colegas que llamaron la atención sobre el hecho que Unasur permite decir las cosas, más aun, Lula da Silva de Brasil plateaba que este escenario permite superar la política de separación y división que desde potencias extranjeras se ha impuesto tradicionalmente entre las personas de la región.

No son claros los mecanismos a través de los cuales se harán efectivos los acuerdos concretos, el gobierno de Colombia seguramente insistirá en que dejó una constancia que la verificación de sus acuerdos con los Estados Unidos está sujeta a la verificación de otros tratados. Chávez dijo estar dispuesto a que sean verificados los acuerdos que tiene con Rusia, China e Irán. Sin embargo, solo hubo una ligera insinuación de Uribe a la verificación de “acuerdos militares intrarregionales” que podría ser interpretada como un señalamiento a unas supuestas bases militares venezolanas en Bolivia, de las cuales se ha hablado en Colombia.

Pero a pesar de las debilidades del procedimiento y la poca certeza que el acuerdo pase a ser un mecanismo concreto y vinculante en el que todas las partes se vean obligadas a cumplir con lo pactado, es un gran avance que se haga ese acuerdo en el marco de un mecanismo autónomo de los países del continente.

Presidentes en la Cumbre de Bariloche
Presidentes en la Cumbre de Bariloche

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No importa en que bando te hayan puesto

El encuentro también fue un escenario del enfrentamiento de la nueva izquierda y la nueva derecha continental, el socialismo y el capitalismo de siglo XXI, en una pequeña guerra fría. Chávez lucha por ser el líder de esa nueva izquierda revolucionaria, que llega al poder mediante las urnas, Correa y Evo Morales están en la misma línea, aunque viendo de cerca los procesos de cada país se podrían encontrar diferencias importantes. Uribe por su parte es el solitario líder de la nueva derecha, que solo parece contar con García como aliado.

El escenario de esta nueva guerra fría es, sin embargo, muy diferente al de aquella de la época del enfrentamiento Soviético-Norteamericano. Aunque tiene referentes globales se da principalmente en la región (ya no Suramérica, sino toda Latinoamérica) y tiene un marco democrático común, con enormes y crecientes problemas, pero que parte de la aceptación del sufragio. Y lo más interesante es que ambos bandos tiene redes de apoyo en todo el continente.
El apoyo mutuo que se han dado los proyectos políticos que gobiernan hoy en día países como Venezuela, Cuba, Ecuador, Bolivia y Nicaragua ha sido señalado ampliamente y denunciado como un complot, financiado con los petro-dólares venezolanos, que amenaza la democracia en América Latina. Es clara la solidaridad y el trabajo conjunto de este grupo de países y de ellos con opciones políticas alternativas en otros países como el Polo Democrático en Colombia o el PRD en México o los proyectos triunfantes en de Lugo en Paraguay y de la Kirchner Argentina.

Sin embargo, en el bando opuesto también hay solidaridades similares y apoyos, con frecuencia también económicos, entre los opositores de estos proyectos. La cooperación entre los separatistas de la llamada Media Luna Boliviana, de la provincia de Guayas en Ecuador y del Zulia venezolano, tiene tintes similares. Además de las claras simpatías entre mandatarios como los de Colombia, México y el recientemente posesionado presidente Panameño. Uribe en la reunión de hoy mostró su simpatía por el gobierno de facto de Honduras, considerando que ha habido intervencionismo de los países de la región en ese caso. Es claro que los intereses del poder en los Estados Unidos están más cercanos a este lado que al otro, por ello no es extraño que la mayor parte de los presidentes suramericanos, aun los menos radicales como los de Brasil, Chile y Uruguay, sientan una amenaza regional con el aumento de la presencia de los militares gringos en Colombia.

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Colombia en el ojo del huracán

Colombia se ha convertido en el centro del debate internacional sobre este tema gracias a la guerra interna que la desangra. De una parte, el gobierno colombiano, y los medios en este país y en otros, acusan a los países del “otro bando”, en especial a Ecuador y a Venezuela de brindar apoyo (de diverso tipo) a las guerrillas colombianas, en especial a las FARC. Del otro lado se han hecho denuncias de cómo paramilitares colombianos han apoyado operaciones contra la institucionalidad en Venezuela y en el departamento de Santa Cruz, Bolivia. En otras palabras, Colombia es el factor que hace pasar este conflicto, del plano político e ideológico a un plano de uso la violencia.

Cuando estalló la guerra de Iraq, algún gringo tituló una columna “it’s oil stupid” (es el petróleo, estúpido), en esa línea un artículo sobre Colombia podría ser titulado fácilmente: “es la cocaína estúpido”, porque la producción y sobre todo el tráfico de cocaína es el factor determinante del poder en Colombia. Las guerrillas claramente están comprometidas en la producción de cocaína y buena parte de sus estrategias de control territorial están ligadas al interés de mantener el poder económico que les brinda ese negocio. El paramilitarismo ha centrado sus actividades principalmente en combatir a la guerrilla por el control de los territorios productores de cocaína.

En este escenario la intervención de los Estados Unidos en Colombia lleva ya décadas, sin contar con las intervenciones regionales anteriores, como la Doctrina de la Seguridad Nacional. El Plan Colombia implementado en 1999 ha sido una enorme estrategia de intervención en la que a pesar de las restricciones constitucionales se ha favorecido la presencia en Colombia de tropas y “asesores” militares norteamericanos. En una década de acción del Plan, los resultados son muy controvertidos, pero el hecho claro es que el objetivo inicial de controlar el narcotráfico y superar el conflicto interno no se ha alcanzado.

Pero el panorama no es tan simple, tanto guerrilleros como paramilitares hacen parte de proyectos políticos. Las FARC y el ELN tienen sus proyectos políticos, muy distintos entre sí, probablemente pasados de moda y definitivamente errados en su estrategia de imponerlos por la vía de las armas. Los paramilitares también hacen parte proyecto político, son algo así como un modelo de privatización, cuando los ejércitos no pudieron seguir violando impunemente los derechos humanos, en Colombia se creó el paramilitarismo, una privatización de la guerra sucia, pero al servicio del mismo proyecto político, un proyecto político triunfante, que ha logrado imponer mayorías parlamentarias y fue claramente un importante respaldo electoral al actual gobierno.

Es probable que sin el respaldo de los votos empujados por los fusiles paramilitares, el presidente Uribe hubiera triunfado de todos modos en las elecciones, definitivamente no de la manera tan holgada como lo hizo, pero es tal vez que hubiera triunfado, sus propuestas de mano dura tienen eco en amplios grupos sociales. Sin embargo el costo en términos de polarización de la sociedad, de criminalización a los movimientos sociales, detenciones arbitrarias, control social de los paramilitares en muchas zonas y corrupción, es muy alto.

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Diferentes pero muy similares

La polarización de la sociedad, sin embargo no es un fenómeno exclusivo de Colombia, algo similar se vive en Venezuela, Ecuador, Bolivia, incluso en Argentina; con la sutil diferencia que los estratos sociales que en Colombia respaldan el gobierno, son –en parte- los que en los otros países se le oponen.

También coinciden los procesos en todos estos países en el esfuerzo del grupo en el poder por permanecer en él. Tanto Uribe, como Chávez y Correa han modificado los términos constitucionales para poder garantizarse otro periodo en la presidencia, Chávez ya consiguió la opción de seguir aspirando indefinidamente a la presidencia, Uribe está en ese proceso. Este es uno de los síntomas que muestran que más allá de los proyectos políticos, el protagonismo se ha centrado en los personajes que los encarnan.

A pesar de las diferencias ideológicas y de tono de Chávez y Uribe, su pelea está en que son muy similares, personalidades fuertes que se meten en todo, aspiran a mandar sobre todos los ámbitos de la sociedad y buscan monopolizar no solo los micrófonos sino el poder.

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La democracia en directo

La reunión de Bariloche de hoy fue transmitida en vivo por la televisión en muchos países, eso permitió ver la discusión y ver las posiciones que asumían los presidentes. Un comentarista anotaba que también eso hacía que los presidentes hablaran a su público nacional más que al auditorio presente. Pero eso también permitió tener una tribuna que se podía ver.

Gracias a tecnologías sociales de Internet como Twitter o Facebook, cientos de latinoamericanos debatieron lo que iba sucediendo en Bariloche, más exactamente se debía decir que le hacían barra a su equipo favorito, o mejor que descalificaban el contrario. Entre los casi 20 mil comentarios por hora del canal #UNASUR de Twitter, fácilmente el 80% fueron descalificaciones, muchas claramente racistas y clasistas contra Chávez, Correa y sobre todo contra Evo Morales. Entre los internautas había muy poca preocupación por escuchar los argumentos que se exponían en Argentina. Muchos asumían que lo que dijera Uribe estaba bien y lo que dijeran sus claros opositores estaba mal, no importa que dijeran unos u otros.

Llama la atención que hubo en ese canal muchos menos críticos de Uribe, lo cual podría deberse a la paranoia de los izquierdistas a usar las tecnologías de punta, al desigual acceso a Internet existente en la región o simplemente a la antipatía que generan entre las clases medias acostumbradas a presidentes formales como Uribe, personas que se salen del libreto como Chávez, Correa o Evo. Muchos de los comentaristas de Internet han señalado como un triunfo de Uribe el rechazo explicito al terrorismo y el rechazo a la presencia de grupos armados ilegales, sin embargo es importante notar que fue Correa quien propuso esos términos.

En medio del show democrático quedó la pregunta sobre el verdadero tamaño de la carrera armamentista en Suramérica, más allá de las visiones maniqueas sobre quienes son los buenos o los malos, el reto de los ciudadanos debería ser entender a fondo cuánto de nuestro esfuerzo está siendo convertido en muerte. Alan García hizo un llamado de atención en sentido que los gobiernos del continente han gastado 38 mil millones de dólares en armas. Rafael Correa mostró porcentajes significativos del Producto Interno Bruto de todos los países que son invertidos en guerra, Álvaro Uribe hizo algunas observaciones sobre la metodología de esa medición, pero en general las validó. También se recordó que Brasil es el principal proveedor de armas de la región.

A la sociedad en Suramérica le quedan tres grandes retos: Por una parte informarse y actuar para detener y dar marcha atrás a la carrera armamentista que se viene dando en el continente. En segundo lugar presionar para dar salidas políticas a la existencia de grupos insurgentes, que invaliden su opción por las armas, pero reconozcan que tienen un proyecto político, que por equivocado que esté, tiene derecho a un lugar en la sociedad, haciendo un claro rechazo a toda forma de violencia venga de donde venga. Y finalmente reconocer que el esquema actual de lucha contra el narcotráfico, solo beneficia a los traficantes y quienes son financiados para combatirlos, buscando una solución definitiva que permita una legalización basada en el aumento del control estatal sobre la producción y el comercio (que podría ser vía normas e impuestos) y tratamiento del consumo como un asunto de salud pública.

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