Caminando por un espacio abierto, destinado a exposiciones industriales, veo galpones y maquinaria. Hay muchos niños a los que se ha destinado juegos mecánicos de alta tecnología.
Me acerco hasta un gigante hecho de material sólido. Está de pié. Tiene una gran cabeza pintada en colores vivos. Una escalera llega hasta su boca. Por ella trepan los pequeños, hasta la enorme cavidad y cuando uno entra, esta se cierra suavemente. Al poco tiempo, el niño sale expulsado por la parte trasera del gigante deslizándose por un tobogán que termina en la arena. Uno a uno van entrando y saliendo, acompañados por la música que brota del gigante:
«Gargantúa se traga a los niños con mucho cuidado, sin hacerles mal! Ajajá, ajajá, con mucho cuidado, sin hacerles mal!»
Me decido a subir por la escalerilla y entrando en la enorme boca, encuentro a un recepcionista que me dice: «Los niños siguen por el tobogán, los grandes por el ascensor.»
El hombre continúa dando explicaciones, mientras descendemos por un tubo transparente. En un momento, le digo que ya debemos estar a nivel del suelo. El comenta que recién andamos por el esófago, ya que el resto del cuerpo está bajo tierra, a diferencia del gigante infantil que está íntegro en la superficie. Sí, hay dos Gargantúas en uno – me informa – el de los niños y el de los grandes. Estamos a muchos pies bajo el suelo… Ya hemos pasado el diafragma, de manera que pronto llegaremos a un lugar muy simpático. Vea, ahora que se abre la puerta de nuestro ascensor, se nos presenta el estómago… quiere bajar aquí? Como usted ve, es un moderno restaurante en el que se sirven dietas de todas partes del mundo.
Le digo al recepcionista que tengo curiosidad por el resto del cuerpo. Entonces, seguimos descendiendo.
Ya estamos en el bajo vientre – anuncia mi interlocutor, mientras abre la puerta -. Tiene una decoración muy original. Las paredes de colores cambiantes, son cavernas forradas delicadamente. El fuego central (en medio del salón), es el generador que da energía a todo el gigante. Los asientos están para reposo del visitante. Las columnas distribuidas en distintos puntos, permiten jugar a los escondites…uno puede aparecer y desaparecer tras ellas. Tiene más gracia si son varios los visitantes que participan. Bien, lo dejo aquí si es su deseo. Basta que se acerque hasta la entrada del ascensor, para que la puerta se abra y pueda regresar a la superficie. Todo es automático… una maravilla, no le parece?
Se cierra la hoja y quedo solo en el recinto.
Creo estar dentro del mar. Un gran pez, pasa a través mío y comprendo que los corales, las algas y las diversas especies vivas, son proyecciones tridimensionales que dan un increíble efecto de realidad. Me siento a observar sin apuros, el distensador espectáculo.
De pronto, veo que desde el fuego central sale una figura humana con el rostro cubierto. Se me acerca lentamente. Deteniéndose a corta distancia, dice: «Buenos días, soy una holografía. Los hombres tratan de encontrar en mí a su mujer ideal y las mujeres proceden del modo opuesto. Estoy programada para tomar el aspecto que usted busca, pero cuál es ese aspecto? Yo no puedo hacer nada sin un pequeño esfuerzo de su parte. Pero si lo intenta, sus ondas encefalográficas serán descodificadas, amplificadas, trasmitidas y recodificadas nuevamente en el ordenador central, el cual, a su vez, hará las recomposiciones que me permitirán ir perfilando mi identidad.»
Y entonces, qué hago? – le pregunto.
Le recomiendo – explica – que proceda en el siguiente orden. Piense en qué rasgos comunes han tenido todas las personas con las que se ligó afectivamente. No se refiera solamente al cuerpo o al rostro, sino también a caracteres. Por ejemplo: ¿eran protectoras, o por lo contrario, inspiraban en usted necesidad de darles protección?
¿Eran valientes, tímidas, ambiciosas, engañadoras, soñadoras; o tal vez, crueles?
Y ahora, ¿qué cosa igualmente desagradable, o reprochable, o negativa, han tenido en común?
¿Cuáles han sido sus rasgos positivos?
¿En qué se han parecido los comienzos de todas esas relaciones?
¿En qué se han parecido los finales?
Procure recordar con qué personas ha querido relacionarse, sin que las cosas resultaran y por qué no resultaron.
Ahora, atención, empezaré a tomar las formas que usted ambiciona. Indíqueme y lo haré a la perfección. Estoy lista, así es que piense: ¿Cómo debo caminar? ¿Cómo estoy vestida? ¿Qué hago exactamente? ¿Cómo hablo? ¿En qué lugar estamos y qué hacemos?
¡Mira mi rostro, tal cual es!
Mira en la profundidad de mis ojos, porque ya he dejado de ser una proyección para convertirme en algo real… mira en la profundidad de mis ojos y dime dulcemente, ¿qué ves en ellos?
Me levanto para tocar la figura, pero ella me elude, desapareciendo tras una columna. Cuando llego al lugar, compruebo que se ha esfumado. Sin embargo, siento en mi hombro una mano que se apoya suavemente, al tiempo que alguien dice: «No mires hacia atrás. Debe bastarte con saber que hemos estado muy cerca el uno del otro y que gracias a eso, pueden aclararse tus búsquedas.»
En el momento en que termina la frase, me vuelvo para ver a quién está a mi lado, pero solo percibo a una sombra que huye. Simultáneamente, el fuego central ruge y aumenta su brillo, deslumbrándome.
Me doy cuenta que la escenografía y la proyección han creado el ambiente propicio, para que brote la imagen ideal. Esa imagen que está en mi y que llegó a rozarme, pero que por una impaciencia incomprensible desapareció entre mis dedos. Sé que ha estado cerca mío y eso me basta. Compruebo que el ordenador central no pudo proyectar una imagen táctil como la que sentí sobre mi hombro…
Llego a la entrada del ascensor. La puerta se abre y entonces escucho un canto infantil:
«Gargantúa se traga a los grandes con mucho cuidado, sin hacerles mal! Ajajá, ajajá, con mucho cuidado, sin hacerles mal!»