En el marco de la 33 Reunión Semestral del Movimiento Humanista realizada en Buenos Aires en enero 04 de 1998 y en el punto de Orientación general para el semestre, se dijo lo siguiente:
¿Acaso un refugio frente a esta crisis general del Sistema en que vivimos?
¿Será, tal vez, una crítica sostenida a un mundo que se deshumaniza día a día?
¿Será un nuevo lenguaje y un nuevo paradigma, una nueva interpretación del mundo y un nuevo paisaje?
¿Representará una corriente ideológica o política; una nueva estética, una nueva escala de valores?
¿Consistirá en una nueva espiritualidad, en una acción destinada a rescatar lo subjetivo y lo diverso en la acción concreta?
¿El Movimiento será la expresión de una lucha a favor de los desposeídos, de los abandonados y los perseguidos, será la manifestación de los que sienten la monstruosidad de que los seres humanos no tengan los mismos derechos ni las mismas oportunidades?
El Movimiento es todo eso y mucho más…
El Movimiento es la expresión práctica del ideal de Humanizar la Tierra y es la aspiración de dirigirse hacia una Nación Humana Universal.
Es el germen de una nueva cultura en esta civilización que se hace planetaria y que tendrá que cambiar su rumbo, admitiendo y valorando las diversidades y dando a todo ser humano, por la dignidad que se merece, por el simple hecho de nacer, iguales derechos e idénticas oportunidades.
El Movimiento Humanista es la manifestación externa de los profundos cambios que se están operando en el interior del ser humano y que son la historia misma: trágica, desconcertante, pero siempre en crecimiento.
Es una débil voz adelantada que anuncia los tiempos que están más allá del ser humano que hemos conocido.
Es una poesía y un arco de colores diversos.
Es un David frente a un insolente Goliat.
Es la suavidad del agua frente a la dureza de la roca.
Es la fuerza de lo débil: una paradoja y un Destino.
Amigos míos, aún cuando no logremos inmediatamente los resultados que esperamos, esta semilla ya existe y espera la llegada de los tiempos venideros.
Para todos y de corazón a corazón, el deseo fervoroso del cambio social que se avecina y la esperanza del silencioso cambio que más allá de toda compulsión, más allá de toda impaciencia, más allá de toda aspiración violenta, más allá de toda culpa y de todo sentimiento de fracaso, ya anida en la íntima profundidad de muchos humanistas.