Hagamos el Amor y no la Guerra

Sofia Acalantide, es columnista de «El Tiempo» el periodico de mayor circulaciòn de colombia y ella escribe una de las columnas màs leidas del periodico que se llama «El Sexo de Sofia», ella es clara muy espontanea a la hora de hablar de sexo y además una persona con la integridad para adherir sin ninguna restricción a la «Marcha Mundial por la Paz y la Novioelncia».


En general, no me gustan las «marchas» que se organizan en Colombia, porque las siento análogas a la limosna que da el creyente al mendigo: sirven para tranquilizar sus conciencias, mientras la vida sigue igual, sin que se haga nada efectivo por atender a los problemas de raíz.

Sin embargo, acabo de adherirme a la Marcha Mundial por la Paz y la No Violencia, una que no implica necesariamente salir a caminar un@s detrás de otr@s, sino que constituye una acción mundial conjunta para aumentar la conciencia global sobre la urgencia de superar todas las formas de violencia y la necesidad de desmantelar los arsenales nucleares, resolver políticamente los conflictos y retirar las tropas de territorios invadidos.

No sólo se trata de oponerse a las guerras, en tanto formas de violencia más dramática, sino también -y por eso se los cuento en este blog- de «poner en evidencia otras múltiples formas de violencia (económica, racial, SEXUAL, religiosa…) escondidas o disfrazadas por los que las provocan, y proporcionar a quienes las sufren un cauce para hacerse escuchar».

Cuando hablamos de esa cosa polimorfa e inasible que es la PAZ solemos caer en el lugar común de concluir que lo importante es que cada quien ponga su granito de arena. Pues bien, no por ser lugar común voy a retirarme de esa mirada. Yo también creo que de eso se trata. Yo también creo que no tod@s podemos intervenir directamente en las decisiones de los gobiernos, que no tod@s podemos tener injerencia en los movimientos macroeconómicos, que no tod@s contamos con el capital educativo y material para iniciar grandes acciones que mejoren la situación.

jpg_Secretos_Humedos_40.jpgSin embargo, conservo entre los valores que me enseñaron de chiquita, la idea de que lo mejor que cada quien puede hacer es dedicarse a lo suyo lo mejor que pueda: que si lo mío es hacer empanadas, levantar puentes y edificios o vender electrodomésticos, mi aporte será hacerlas limpias y sabrosas, construir las cosas como se debe y negociar todo al precio justo; que si lo mío es dictar clases puedo aportar formándome como corresponde en pedagogía y siendo reproductora de valores cívicos y no sólo de conocimientos; que si lo mío es escribir, puedo utilizar esos textos para movilizar puntos de vista incluyentes y no los que benefician a un@s poc@s privilegiad@s. Así, cada quien aporta lo que está en sus manos para que el mundo no se acabe, y para que quepamos tod@s en él.

Pero hay más. Hay otras dos cosas que puede hacer cualquiera, dedíquese a lo que se dedique: 1) Ser intolerante con la violencia, 2) Ser visible.

Escucho con frecuencia opiniones según las cuales, dado que es necesario respetar los distintos puntos de vista, deben tener cabida los misóginos, los homófobos, los racistas, etc. Y no. Si la meta es la eliminación de las violencias, quienes la persigamos tendremos que plantarnos, con todo el respeto pero con absoluta firmeza, en contra de esas opiniones, cuando no acciones, que discriminan a las mujeres, l@s no heterosexuales, l@s negros, y un montón de gente más. Tolerancia cero con la violencia.

Lo anterior, de manera visible, porque otra cosa que también resulta frecuente es encontrarse con personas que están en desacuerdo con las distintas formas de discriminación pero hallándose en escenarios contrarios, se callan. Me refiero a escenarios cotidianos: una reunión familiar, un almuerzo con amig@s, los colegas de la oficina. Basta que alguien haga un comentario discriminatorio del tipo: «muy bien que alguno quiera ser homosexual, pero no tiene que andar exhibiéndose en la calle» o «esa mujercita que se las da de muy seria y se acuesta con quien le viene en gana», luego que alguien más muestre su aprobación, y listo: quien no está de acuerdo se siente intimidad@ y silencia su desaprobación. El que calla, otorga. No podemos otorgar un clima de opinión violento, es necesario que hagamos visible nuestro desacuerdo, que delatemos la violencia que esconden los pensamientos discriminatorios. Muchas veces basta con un comentario que la haga evidente: «¿y por qué si se puede andar exhibiendo la heterosexualidad por la calle?» o «lo pernicioso sería acostarse con quien no se le da la gana ¿no?». Así de sencillo y así de importante.

Por eso me gusta la iniciativa de la Marcha Mundial por la Paz y la No Violencia, porque a la vez que invita a que cada quien haga lo que esté a su alcance por un mundo mejor, hace visible que somos much@s, que somos la mayoría, quienes no queremos jugar el juego de la violencia. Esa visibilidad nos da fuerza, y necesitamos mucha para que nuestra agencia transformadora surta efecto.

Les dejo el enlace con toda la información:

http://marchamundialcolombia.org/

Abril 23 de 2009 6:50 AM

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